El trastorno bipolar es considerado una enfermedad debido a sus causas multifactoriales, que involucran la interacción entre factores genéticos y biológicos con aspectos psicológicos, sociales y ambientales, que pueden desencadenar la predisposición genética de base. Se caracteriza por cambios en el estado de ánimo, que oscilan entre episodios de depresión y de euforia o exaltación. Durante los episodios depresivos del trastorno bipolar, la persona experimenta una disminución en la energía y la capacidad de disfrute, trastornos del sueño como insomnio o hipersomnia, cambios en el apetito, sentimientos de culpa, autorreproche, angustia e incluso ideación suicida. Por otro lado, en la fase de exaltación o manía, se observa un aumento de la energía vital, mayor confianza en sí mismo, incremento de la actividad, disminución de la necesidad de dormir, pensamiento acelerado y habla rápida. Esto puede llevar a comportamientos impulsivos y de riesgo que afectan diversas áreas de la vida del individuo, como las relaciones interpersonales y la gestión de recursos económicos. Es importante tener en cuenta que el trastorno bipolar suele manifestarse entre los 15 y 20 años, con episodios depresivos como inicio frecuente. Ante señales de alarma, especialmente en adolescentes, es fundamental no subestimar los síntomas y buscar ayuda profesional adecuada. Cuando se observan signos de exaltación o depresión que afectan el funcionamiento y las relaciones interpersonales de alguien cercano, es crucial buscar la evaluación de un profesional especializado en salud mental para un tratamiento adecuado y oportuno. El tratamiento del trastorno bipolar es interdisciplinario e incluye opciones farmacológicas específicas, así como terapia psicológica y otras intervenciones según las necesidades individuales. Es esencial comprender que este trastorno tiene bases químicas, biológicas y metabólicas que requieren un enfoque terapéutico específico.